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Centro Internacional Daisaku Ikeda de Estudios para la Paz (CIDIEP)

Resumen: Exposición brindada por el Dr. Norberto Liwski (Médico, Docente e Investigador, Ex vicepresidente del comité de derechos del niño de la ONU) en el marco del 3° Ciclo de Diálogos por la Paz: «Perspectivas sobre los Derechos Humanos y la Diversidad Cultural», realizado por el Centro Internacional Daisaku Ikeda de Estudios para la Paz (CIDIEP) en octubre del año 2020, en conmemoración del 60º aniversario de las visita del Dr. Ikeda a Latinoamérica. 

Abstract: Presentation given by Dr. Norberto Liwski (Doctor, Teacher and Researcher, Former Vice President of the UN Committee on the Rights of the Child) in the framework of the 3rd Cycle of Dialogues for Peace: «Perspectives on Human Rights and Cultural Diversity», carried out by the Daisaku Ikeda International Center for Peace Studies (CIDIEP) in October 2020, in commemoration of the 60th anniversary of Dr. Ikeda’s visit to Latin America.

Palabras clave / Key Words: Dignidad de la vida – Paz – Jóvenes – Igualdad – Derechos Humanos

La celebración del Día del Respeto a la Diversidad Cultural reafirma un componente esencial de los derechos humanos, que consiste en el eje vertebrador del conjunto de los derechos y que se compone precisamente del valor de la dignidad humana. El humanismo no puede  prescindir de un alto grado de compromiso con el respeto a la dignidad humana en todos los planos de la vida y en todos los sectores de la sociedad. 

Cuando una sociedad se desiguala profundamente, comienzan a crujir en su interior inevitables niveles de conflictividad y tensiones. La desigualdad es un campo propicio para generar deshumanizaciones, y las deshumanizaciones son elementos contundentemente favorables a circunstancias de violencia. 

Construir la paz en estos contextos es uno de los grandes desafíos, y partir por lo tanto de este campo de pensamiento es adoptar una clara posición a favor del humanismo. Y el humanismo no reconoce fronteras, el humanismo no se detiene en las ideologías que podrían representar necesariamente la diversidad de pensamiento. El humanismo reconoce la dignidad humana como punto central y desde allí la construcción de los derechos humanos. Esa construcción de los derechos humanos requiere de la universalidad de los derechos. 

Los derechos no son para unos y negados para otros, cuando esto se produce las tensiones que estamos mencionando afloran y con ellas se acompañan las tensiones que luego desencadenan conflictividades.

El esfuerzo de la humanidad, y sobre todo de los líderes mundiales, es reducir al máximo las desigualdades. Sociedades donde pocos tienen mucho y muchos tienen poco ofende a la dignidad humana en su conjunto. Es necesario dar cuenta de estas circunstancias en América Latina porque somos precisamente el lugar del mundo donde la desigualdad es mayor y, por lo tanto, los desafíos para reducirla al mínimo, también son mayores. Asimismo, somos sociedades aún jóvenes. Basta únicamente con pensar que en América Latina el 37 % de los habitantes de la región se encuentra compuesto por individuos de hasta 19 años, mientras que en Europa sucede exactamente lo contrario, para tomar una referencia universal. 

Las jóvenes generaciones en América Latina tienen una rica historia como herencia. Pero tienen grandes desafíos por delante: el desafío es construir la paz, y para construir la paz hacer justicia. La justicia que se permite avanzar en la medida que los derechos universales se van consagrando sin discriminaciones.

En este sentido, valoro profundamente las iniciativas que brindan a la opinión de los jóvenes la oportunidad de ser escuchada. Últimamente, he notado en sus voces y sus proclamas, cuatro elementos sustanciales para la construcción de la paz en nuestra América Latina.

Más igualdad. 

Mayor cuidado del medio ambiente. 

Respetar la diversidad. 

No más guerras de ningún tipo. 

Los jóvenes que están inspirados en estos objetivos nos están indicando y diciendo que otro mundo es posible. Que el mundo que hoy nos tiene en la incertidumbre de la pandemia es un mundo que es necesario revertir en los datos adversos sobre los cuales se profundiza la desigualdad, se maltrata el medio ambiente, se discrimina por diferencias de diverso tipo o simplemente se elevan los conflictos a la altura de la agresividad entre los pueblos. 

Efectivamente los jóvenes marcan una nueva hoja de ruta, América Latina necesita escuchar sus voces. Precisamente a treinta años de la Convención sobre los derechos del Niño, tenemos la oportunidad de reflexionar sobre qué implica escuchar sus palabras. 

En relación a esta reflexión, es importante destacar que la Convención sobre los derechos del Niño tiene 4 principios fundamentales: 

El primero de ellos es la no discriminacion. 

El segundo es el reconocimiento del niño y sus intereses, y el nivel de interés superior. 

El tercero es el derecho  a la vida, al desarrollo y a la supervivencia. 

Y el cuarto, y fundamental, es el derecho a ser escuchado y tenido en cuenta en sus opiniones. 

¿De qué servirían las opiniones de los jóvenes si nosotros las generaciones mayores no fuésemos capaces de captar sus aspiraciones y solamente los escucháramos simplemente reconociendo una actitud de buena voluntad? ¡No! En realidad, lo que nos corresponde a las generaciones mayores es establecer vínculos intergeneracionales. Nuestra responsabilidad es transmitir la experiencia sin mezquindades y sin soberbias; escuchar con humildad, respeto y espíritu de aprendizaje las voces de las jóvenes generaciones. Sin lugar a dudas, las jóvenes generaciones al sentir que son escuchadas, seguramente pondrán atención, a su vez, en la opinión de las generaciones mayores. Los derechos humanos se construyen intergeneracionalmente. 

En este campo, me permito sostener firmemente la necesidad de que en el tiempo que transcurre la pandemia, no podemos estar exentos de una reflexión de este tipo, necesitamos de respuestas humanistas. 

La ciencia tiene enorme peso para contrarrestar el efecto de la pandemia, tiene una enorme responsabilidad por delante: crear los mecanismos propios de las investigaciones científicas que nos permitan encontrar el freno al avance de la pandemia con las vacunas. Pero también les estamos requiriendo a las ciencias que no se dejen seducir por los factores del interés y la especulación económica internacional. 

De manera conjunta con el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, mi querido y gran amigo, hemos puesto en marcha una petición mundial bajo la consigna de: no a las patentes de vacunas cuya distribución ponga en juego las condiciones de seguridad humana. 

Hemos inspirado nuestra posición en la experiencia de generaciones anteriores. Los jóvenes deben saber que la más importante epidemia previa a actual, que tuvo a los niños como principales víctimas, fue la epidemia de la poliomielitis. Entre el año 1955 y 1956, el Dr. Jonas Salk descubrió después de cinco años de intenso trabajo la vacuna contra la poliomielitis. ¿Y cuál fue su primer anuncio? El día que pudo confirmar concluidos sus estudios, el primer anuncio que realizó el Dr. Salk fue: Mi vacuna no tendrá patente. Años después, una revista famosa en cuya portada se encontraban las imágenes de los hombres con mayor fortuna del mundo, realizó un estudio de cuánto dinero había perdido Jonas Salk por no haber patentado su vacuna: siete mil millones de dólares. Increíblemente para muchos, él siguió viviendo su vida normalmente, no patentó los resultados de sus investigaciones, y no patentar la vacuna implicó que la misma pudiera reproducirse en todo el mundo. No hubo un dueño de las patentes, no existió un dueño de la vacuna. Y de esta forma, quedó eliminada de la tierra la poliomielitis. Años después, el Dr. Albert Sabin creó una segunda vacuna, administrable por vía oral, que sustituyó a la de Salk. De igual forma, lo primero que anunció fue: esta vacuna no tendrá patentes

Hoy le decimos al mundo que la dignidad de la humanidad está en juego, que las incertidumbres actuales necesitan certezas, y que entre esas certezas necesitamos saber que la vacuna será universal y gratuita. Que no puede haber detrás de este objetivo humanista intereses económicos que distorsionen su propósito. No puede haber Estados poderosos que puedan adquirir la vacuna para toda su población y Estados de medianos o bajos ingresos que no puedan adquirirla debido a los altos costos que representa para cubrir la totalidad de su población. Este es un gran desafío. Y, a la vez, es un llamamiento a la paz y a la no discriminación.

Hoy, precisamente en el Día del Respeto a la Diversidad Cultural, también decimos que no puede haber hombres y mujeres con mayores posibilidades y otros/as con menores posibilidades. El futuro tiene que ser de esperanza, y para construir un futuro de esperanza afirmamos los valores de los derechos humanos, afirmamos los valores que protegen la dignidad de todas las personas, pero también ponemos un acento especial en las jóvenes generaciones. Los niños, niñas y adolescentes de todo el mundo. 

Hoy en día, casi todos los países del mundo han ratificado la Convención sobre los derechos del Niño. Existe una voluntad mayoritaria en el mundo en proteger los derechos de los niños, niñas y adolescentes. Y en ese camino, considero que todas las iniciativas que fomentan el diálogo por la paz nos brindan la oportunidad de involucrarnos frente a desafíos muy importantes, y especialmente a las generaciones mayores de asumir no sólo responsablemente nuestros respectivos compromisos, sino de estar muy cerca de las jóvenes generaciones escuchando sus voces, sus aspiraciones y caminando juntos por el camino de la paz y la dignidad humana.