Dr. Francisco Delich
Dr. Francisco Delich
Director del CIDIEP
Ex rector de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad Nacional de Córdoba
“Estoy muy honrado y conmovido, dado que recién he tomado conocimiento de estas palabras [del mensaje] del maestro Ikeda, las cuales, por supuesto, considero inmerecidas, pero las cuales hablan del afecto, que es lo más importante. Por eso, no importa si son inmerecidas; las tomo como una demostración de afecto. Y, a su vez, le retribuyo el mismo afecto y respeto.
Se ha sabido durante mucho tiempo que la lucha del maestro Ikeda por la paz comenzó cuando era joven, cuando apenas terminaba la guerra. En realidad, su lucha no es simplemente una consecuencia del horror atómico ocurrido en Hiroshima y Nagasaki.
Recientemente apareció un libro –que merece ser leído muchas veces– del Premio Nobel de la Literatura, Kenzaburo Ōe, titulado Cuadernos de Hiroshima. Este libro grafica los horrores sufridos por los bombardeos atómicos al Japón. Con sólo leerlo, nos da una idea de lo que se vivió el 6 y el 8 de agosto [de 1945], que puede ser lo más parecido al Apocalipsis y cuyas consecuencias se siguen viendo aún ahora.
Este dolor inconmensurable abrió en el maestro Ikeda otra perspectiva. Después de ese horror debíamos ir por la paz, a la abolición de las armas nucleares, para que eso no ocurriese más. Esto ya no es poco, es mucho haber despertado a esa conciencia.
Antes que ninguno, él comprendió que había que encontrar un puente entre Oriente y Occidente, que teníamos que convivir, para que eso no volviera a ocurrir, que teníamos que encontrar la manera para que esos mundos separados, fueran mundos capaces de dialogar. Y es entonces que comenzó con una serie de diálogos con personalidades de todo el mundo, que llevó a cabo en estos últimos treinta años. Se pueden leer cada uno de esos diálogos y en todos está siempre presente la idea de encontrar los puentes entre las culturas de Oriente y Occidente.
Este centro que estamos creando aquí en Buenos Aires [el CIDIEP], tiene esta vocación y esta advocación, la idea de que no necesitamos una actitud pasiva, sino una actitud pro-activa frente a la construcción de la paz. Y esto implica también un conocimiento de la sociedad y de otras formas de educación y demás, que nos proponemos realizar.
Nosotros estamos, en ese sentido, probablemente en un punto de inflexión en la historia, con respecto a cómo nosotros, los adultos, visualizamos a los jóvenes. A medida que nos acercamos más a esa comprensión, nos damos cuenta de la distancia que existe con nuestra propia generación. Hay una brecha generacional enorme, debido a que las sociedades están cambiando a una velocidad incontrolable, y en consecuencia, también hay un enorme vacío. Otros mencionan, aquí y en otras partes, esta situación de los jóvenes, que después de los dieciocho años –que estudian o que trabajan–, están en la búsqueda de nuevos horizontes. Nosotros, como adultos, tenemos la responsabilidad no sólo de dar respuestas coyunturales; tenemos la obligación de pensar en una sociedad en la que los jóvenes empiecen a encontrar su desarrollo. El CIDIEP aspira a eso.
No hay ya casi espacio en el cual se puedan separar los problemas de la sociedad. Este es el esfuerzo que proponemos para el CIDIEP, y estamos seguros de que vamos a tener el apoyo de todos ustedes para que esto fructifique, para que sea una gran convocatoria a los jóvenes latinoamericanos y de todo el mundo. ¡Muchísimas gracias!”